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“Ni prestar el hacha, ni picar la leña”

 

POR GILBERTO QUESADA MORA / TEÓLOGO. Lunes 18 de agosto 2014

Somos –con pocas excepciones- una sociedad egoísta e intolerante, somos personas adultas que en las relaciones cotidianas nos comportamos al buen estilo de los niños y niñas pequeñitos, que difícilmente sueltan el juguete ante la presencia de otros niños o niñas.

 

La actitud más bien es…, salir corriendo a esconderse, que ni toque mi juguete, ni usarlo delante de ellos…escondo mi juguete para que no sirva, ni para mí, ni para nadie y peor aún retorno sin el juguete y sin ganas de seguir jugando.

 

Este extraño “egoísmos” que muestran las personas en su niñez, pareciera que se nos queda aparejado al cuerpo por el resto de la vida y aunque los esfuerzos de la sociedad van por otro camino, es decir solidaridad, respeto, tolerancia, desprendimiento, compartir, desapego, en fin…pareciera que cuando se trata de “mi juguete”, difícilmente lo quiera compartir.

 

Esto es lo que quiero decir con… “ni prestar el hacha, ni picar la leña”, es decir ni me abro al aporte para los demás, pero tampoco me aparto para que las demás personas avancen, quiero estar en el juego, pero no presto  mi juego y si el juego depende de mi juguete, pues entonces, no hay juego.

 

En el desarrollo político de la comunidad, esta actitud es tremendamente dañina, hay tanta gente queriendo sumarse al “juego” del cambio, de la transformación, de lo nuevo, de la propuesta, de la renovación. Pero los “niños grandes” con los juguetes grandes, ni quieren ceder su “juguete”, ni están dispuestos a que otros jugadores entren en el juego.

 

Esto en buen tico se llama “atravesar el caballo”, seguimos atravesando el caballo en los procesos comunitarios, seguimos pensando que el juego es mío y solo mío, seguimos con esa actitud egoísta, limitada, mezquina y unilateral que impide el ingreso de nuevos actores y actoras en la actividad diaria de transformar el planeta en que vivimos.

 

Si no abrimos los espacios, sino salimos del camino, para que otras personas asuman y se sumen; los procesos se van envejeciendo, se atrofian, se mueren. Esto es lo que pasa en muchas de nuestras comunidades, hay liderazgos “viejos” que impiden la formación y el ingreso de nuevos liderazgos, renovados, frescos y dispuestos a asegurar la sustentabilidad de los procesos.

 

Este tema de la sustentabilidad, lo dejo para otro momento, pero se trata de hacer posible que la sociedad avance, sin destruir los espacios que aseguren que otros cuadros humanos se puedan ejercitar con libertar y autonomía, para que el desarrollo no sea solamente la construcción de la infraestructura, sino también el desenvolvimiento de las nuevas generaciones de líderes y lideresas que protagonicen el mejoramiento integral de la sociedad.

 

Esta tarea está apenas por resolver, esto porque no tenemos los espacios formativos y de capacitación para las nuevas generaciones, capacitación que debe ser abierta, equitativa, general; para que los liderazgos no sean las personas que yo quiero que sean, sino todas las personas jóvenes que sin distingos de razas, apellidos, clase social o incluso religión puedan tener la abierta posibilidad de formarse de manera inclusiva e integral.

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